6 de diciembre de 2010

CIENCIANO DEL CUSCO SE QUEDA EN PRIMERA

El conjunto cusqueño venció por 2-1 al Alianza Atlético. El José Gálvez cayó frente a Sporting Cristal por 2-0 y descenderá a segunda.

El Gálvez irá a segunda junto con el Total Chalaco. En tanto, San Martín y León de Huánuco, campeones de los grupos A y B de la liguilla, respectivamente, definirán en ida y vuelta, los días 8 y 12 de diciembre, la final del torneo.

En esta última fecha las miradas se centraron en la definición del descenso, especialmente en Cienciano, que cerró un pésimo año tanto en lo deportivo y como en lo financiero. El conjunto cusqueño venció de local a Alianza Atlético por 2-1. Alrededor de 40.000 aficionados colmaron las gradas del estadio Garcilaso para alentar al equipo de sus amores.


Los goles llegaron por obra de Martín Reaño y Juan Mariño, mientras que Israel Kahn descontó para Alianza Atlético, que pese a esta derrota permanecerá en primera división gracias a la derrota del José Gálvez. Tras el pitazo final, Sergio ‘Checho’ Ibarra fue llevado en hombros por sus jugadores.

No hay muchas razones futbolísticas que avalen que una institución con tantos problemas internos siga en la máxima categoría del fútbol peruano luego del estado en el que la dejaron sus dirigentes, pero si hay cosas buenas en el hecho de que no haya descendido, estas son algunas.

Por la fe renovada. Una frase que le escuché a una de esas sabias mujeres cusqueñas en el momento en que empezó a llover, justo antes del partido, me dejó helado. Su esposo discutía con otro hombre las dificultades que tendría Cienciano con el terreno mojado. Ella los calló tomándose la cara con las manos y diciendo a gritos que el ‘Rojo’ iba a perder porque el Taytacho estaba llorando. Felizmente se equivocó: en una ciudad llena de historias como esta, también hay espacio para reescribir las creencias. Por eso el Garcilaso estaba lleno, cuando hace unas fechas no llevaba más que 3 mil fanáticos a ver sus partidos.

Por la hinchada fiel. Willy, un hincha de la ‘Furia Roja’ me lo dijo hoy mientras tomábamos una gaseosa en la puerta del estadio Garcilaso, antes del partido: “Ya quisieran tener otros equipos una hinchada así de grande, que te llena el estadio peleando la baja”. Quizás se equivoca: medio Cusco es hincha del Garcilaso, equipo que juega en la Copa Perú, que nació en el colegio rival al de Ciencias y que este año ha llevado más gente al estadio que el campeón de la Sudamericana. Julio García —acaso el mejor directivo del club en 12 años— explicó el fenómeno del lleno total del estadio con una frase para enmarcar: “Sé que muchos acá no son hinchas, pero el Cusco es un pueblo orgulloso de este equipo”.

Por el pueblo solidario. He visto estudiantes del Colegio de Ciencias sacrificar el dinero de la combi —30 céntimos— para ponerlo en esos baldes que estaban en la puerta de su escuela. Padres de niños que no estaban en edad de entender todo esto, los hacían poner monedas mientras les explicaban por qué debían salvar a Cienciano, argumentando incluso que eran patrimonio cultural. Claro, no diré que el club es más importante que Machu Picchu, pero Jorge —el conserje del hotel donde me hospedé— asegura que el flujo de huéspedes aumentó desde la Sudamericana. Ah, y el alcalde quiere declarar hijos ilustres de la ciudad a los jugadores que se salvaron de la baja.

Porque al fin ganaron los buenos. La salvación de Cienciano es también una reivindicación: Juvenal Silva no participó de ella y no podrá sacar pecho por el coraje de sus jugadores como lo hiciera en las gestas más heróicas del club. De hecho, esta vez no tuvo la desvergüenza de aparecer por la ciudad por puro miedo: si un solo tipo en Chiclayo casi se le tira encima, imagínese qué habría ocurrido con 38 mil almas indignadas.

Por los jugadores. El sábado, Julio García hablaba con los medios afuera del estadio, tras el entrenamiento, y pedía disculpas cada dos preguntas para coordinar lo de la venta de entradas por celular. Roberto Duffoó, que no juega hace tiempo porque se rompió los meniscos y tuvo que pagar la cirugía con dinero de su bolsillo, estuvo controlando el ingreso del público cuando cualquier otro habría pedido permiso para regresar a Lima. Christian García, enyesado, saltó en un pie ayudado de sus muletas para cruzar la cancha y abrazarse a sus compañeros. Si ellos pueden hacer todo eso estando impagos y con mil cosas en la cabeza, sus compañeros tenían la obligación de no defraudarlos.

Por San Checho (I). Empezó como una broma en Facebook: un hincha retocó una imagen del Sagrado Corazón de Jesús y le puso la cara del goleador (pre)histórico del fútbol peruano. Sonaba a una joda para Tinelli, pero si Sergio Ibarra es un santo, tiene que haber sido un mártir: en los últimos cuatro meses, Checho díxit, Ibarra ha perdido peso, cabello y una muela; ha sufrido de gastritis, insomnio y dolores musculares. Encima, si el resultado acababa hundiendo a Alianza Atlético, perdía a su suegra pues la familia de su esposa es norteña.

Por San Checho (II). El monumento al nuevo santo popular fue paseado en procesión antes del encuentro decisivo, pero el técnico-delantero-héroe del equipo, llevaba la suya por dentro. Cuando Rivera pitó el final, Checho lloró. Una vez, durante el Mundial, había dicho en su blog que Martín Palermo era el último Sergio Ibarra que le quedaba al fútbol mundial. Él lo decía porque el ‘Titán’ es también un inacabable nueve. Sí, pues, Checho es un optimista del gol, y de la vida.

FUENTE: EL COMERCIO (Perú)

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